jueves, 29 de enero de 2009

Ruido adentro


El Calafate es una localidad ubicada en la región de la Patagonia argentina, en el Departamento Lago Argentino; Provincia de Santa Cruz; y aunque la llamen la capital nacional de los glaciares, hay gente que tiene terror de vivir ahí.

En la madrugada ella sintió ruidos detrás de la puerta de su habitación. Más ruidos en el corredor.
Esperó unos segundos arropada en su cama. Los ruidos continuaban ahora en la sala. Estaba segura de que eran en la sala. Entonces se levantó.
Fue hacia la puerta. Se apretó contra ella. Los ruidos seguían. Esta vez en la cocina. Ella volvió a la cama. Sin éxito buscó algo en su velador. Insistió debajo de su cama, su almohada, entre sus sábanas. Nada. Luego, terminó quedándose mirando largamente la puerta.
Al otro lado, los ruidos proseguían en toda la casa.Por la mañana ella estaba en la cocina. Sorbía lentamente su café con aires de esfinge. Sorbía mientras miraba al otro untar un pan con mantequilla.
-Te digo que ya no quiero permanecer un rato más aquí en El Calafate-dijo ella mirándolo por sobre la taza de café.
-No te asustes Cris, ya pasará -argulló el otro.
-Jodete, yo me largo. Nos están asediando.
-¿Y todo esto que tenemos?
-¡Que se lo lleve el diablo, no me importa!
-Eres una tonta, vas a dejar que se salgan con la suya y nos quiten lo que supimos conseguir.
Ella sintió su café frío. Puso la taza sobre la mesa húmeda y grasienta. El otro dejó de untar más mantequilla en su pan. Dio un mordisco. Desde la ventana caía un rayo de sol. El rayo llegaba hasta los pies de ella.
- Entonces alquilémoslo como a las otras propiedades - dijo el otro mordiendo su pan.
-¿Quién lo querría?
- Cualquiera que no les tema.
- Todos les temen.
- Yo no.
Ella dejó de mirarlo. Sonrió. El rayo de sol encendía ahora su larga cabellera castaña.
- Estás loco- dijo.
- No, únicamente que no tengo miedo.
El otro la miraba con su ojo desviado mientras seguía mordiendo su pan.
Ella no quería ceder, pero él continuaba insistiendo.
A ratos era como un ruido que le martillaba en su cabeza. Un ruido que iba de un lado a otro, como aquellos ruidos de la madrugada anterior.
-¿Eras tú, no?, le dijo ella.
-¿Qué?, respondió él.
-No te hagas el tonto, eras tú el de los ruidos.
-¿Deliras?
-No, eras tú.
-¿Estás loca?
-¡Eras tú, maldito, tú!
Un poco perturbado el otro dejó de morder su pan. Lo dejó a medio consumir sobre la mesa. Lo dejó y salió. Ella lo vio a cruzar a través de la puerta.
Sintió sus pasos en el corredor, la sala, su habitación, el baño, nuevamente la sala, el corredor...Ni cuenta se dio de las horas que pasaron. Había llegado la noche y ella seguía en la cocina. Estaba sola y temblaba. Sola y mordiéndose los nudillos. Mordiéndolos como si fueran un pan. Un pan ensalivado y lleno de mocos.

Ella mordía sin dejar de mirar hacia la puerta. Detrás, los ruidos, otra vez incesantes, en toda la casa...
- Mañana me mudo a la Quinta de Olivos, se dijo ella a sí misma mientras amasaba un moco con sus dedos.

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